LOS MÚSICOS DE LA ORQUESTA...Según Gyula Bando
Todas las orquestas del mundo tienen las mismas características:
Sus miembros se dividen en dos categorías. Los primeros, quienes están contentos con su destino, los segundos quienes no y jamás lo serán. Los primeros, quienes fijaron como meta en la vida el ingreso en una orquesta sinfónica, si lo lograron son felices, no poseen otros objetivos, sólo alcanzar la vejez feliz y el mayor bienestar material posible con pocos ensayos y la menor cantidad de conciertos posibles.
Al otro grupo lo constituyen las ambiciones frustradas, quienes aspiraron ser solistas de renombre mundial y ahora se tienen que conformar con un puesto odiado y simple en la orquesta. Hay que comer, el grillo tiene hambre y ya escasea la comida de las hormigas laboriosas, para mantener contentos a los grillos ambiciosos. Existen pocas focas y hay demasiados esquimales con talento.
Las cuerdas constituyen el grupo de los quejosos, los vientos a los grupos de los descontentos.
Los astros primadonnas’ de las cuerdas son los primeros violines. Estos casi todos se sienten solistas, y detrás de las bambalinas luchan audazmente para conseguir tener un puesto de una silla más adelante en un atril más delantero que su colega e íntimo amigo. Ellos disfrutan de todas las prioridades durante el concierto, por esto estudian sus partes con gran esmero y exactitud y también controlan a sus colegas durante 1a ejecución con precisión y sin la mejor voluntad Si viene un pasaje embromado,el músico de más edad, por consiguiente con una técnica más débil recibe de improviso un ataque de tos y observa con alegría íntima como su colega joven lucha con las dificultades, fracasando muchas veces.. Así el colega de mayor edad mantiene su superioridad sobre el joven.
El solista más solista de todos es el concertino, el rol más ingrato habido y por haber, tiene que tocar sus solos delante de todos sus compañeros críticos. Sus logros son sólo comparables con el rol de un buen torero. Se dan la mano con el director -haruspex ridet haruspicem- comparte todas las alegrías del evento musical, y su compañero es el segundo concertino a quién sólo las leyes severas existentes impiden matar a su colega concertino. Directores menos .
Los segundos violines son los parias de la orquesta. Se trata de gente con molestias gástricas o de hígado, a quienes el cruel destino condenó a observar el éxito de otros y que actúen como ’Lázaros’ en los festines de los ricos. Los segundos violines ya dan señal de su protesta con el hecho de que ocasionalmente muestran la parte trasera del violín al público. Con crítica amarga constatan, que antaño en el conservatorio, antes de la división de los buenos y los malos tocaban el violín y no el segundo violín. Generalmente se vengan de esta injusticia componiendo, tocando o dirigiendo en una orquesta de aficionados. Son ellos en su mayoría los agitadores, que se nutren y toman sus fuerzas de estas orquestas desconocidas. Mas son ellos quienes primero se desilusionan de su profesión, no se dedican a sus instrumentos y después de pertenecer diez años a la orquesta ya apenas pueden tocar el violín. Los directores con experiencia saben esto, y apenas perciben una desafinación no hacen nada al respecto (no hay nada que hacer).
Las violas son conscientes de que su instrumento no pertenece al sector de los elegantes privilegiados, su prestigio es mantenido con un aislamiento de supremacía. No mantienen contacto con los violines segundos y tienen una actitud provocativa hacía el director, confiando que el director no conozca suficientemente la lectura de su clave.
Los rivales más peligrosos de los primeros violines son los chelos, quienes consideran su desempeño lo más importante de la orquesta, por eso sienten cierta superioridad hacía sus colegas, mas ’Nobleza obliga’, se mantienen cordiales con sus semejantes. A pesar de ser conscientes de su importancia muchas veces cometen el pecado de querer actuar como solistas, y en cuanto a su afinación, pocas veces se puede considerar un deleite artístico un solo de ’Tosca’ o ’Guillermo Tell’.
En los vientos, la ejecución y el carácter de los músicos varía según el instrumento. Los flautistas son capaces de llegar a las notas más agudas y veloces, por esta razón se sienten privilegiados. Se ofenden por la menor observación del director, durante los ensayos se cruzan de piernas haciendo indiferencia a las explicaciones del director, señalando de esta manera que lo oído no es interesante y ya hace tiempo conocido por ellos. En sus años juveniles han sido normales, pero después de unos años de soplo constante, a veces sufren de ataques de histeria. Su carácter no es muy confiable, sus objetivos son alcanzados con astucia. Los métodos de construcciones orquestarles nos relatan, que más desafinada que una flauta, sólo pueden ser dos flautas, salvo excepciones.
Los oboístas son gente amarga. Tienen que hacer sonar el instrumento a través de una caña muy delgada. Con el tiempo estas retenciones de aire ocasionan perturbaciones en el músico. Sufren ocasionalmente de ataques de cólera, no tienen muy buena relación con sus colegas. Generalmente mueren de gastritis o arteriosclerosis.
Los clarinetistas en cambio son gente de mucho humor y alegría, de eso son conscientes, mueren en forma natural y por esos viven felices una larga vida. Al director muchas veces irrita la forma de tocar de los clarinetistas, dado que al tocar, la boca del ejecutante parece transformarse en una risa burlona. Por eso el director considera a veces a los músicos como un enemigo oculto y en los clarinetes visualiza esta ironía.
Pero el terror de los directores de orquesta son los fagotistas. Estos rara vez pueden sacar sonidos placenteros de sus instrumentos no muy filigranas y por esa razón sufren de complejos de inferioridad y a veces se manifiestan agresivos. Muchas veces son víctimas del alcoholismo, quizás para contrarrestar el amor no correspondido por parte de la Música.
Marcamos a los cornos con los números designados por los compositores. El primer corno toca la parte más aguda, el cuarto la parte más baja. La relación de 4 a l no obstante es diferente, es en realidad 40 a 1 a favor del primer corno. El primer corno es el instrumento de mayor peligro en toda la orquesta, dado que hasta el público no muy experto en música sabe, que es imposible un concierto sin una falla del corno. Por las fallas los primeros cornos se dividen en dos categorías a saber: los primeros que después de haber cometido una falla sonríen como perdonándose, la segunda que se enoja y dice malas palabras ya antes del error, pues sabe, que lo va a cometer. Este comportamiento los cornos también lo aplican luego en la vida cotidiana en la sociedad. El rival del primer corno es el tercer corno, quién cree firmemente que el primer corno va morir de muerte natural y que heredará su puesto. Pero si por azar tiene que tocar la parte del primer corno, producirá una serie de fallos y de este modo, en forma alternada, sonreirá y maldecirá.
Los trompetistas son los seres más inteligentes de la orquesta. Su inteligencia crece en cada ensayo y concierto. La causa de esto es que tienen mucho más silencios que notas para tocar. Este lapso es utilizado para la lectura del diario, un libro o algún juego. Su superioridad intelectual se manifiesta en las observaciones satíricas contra las indicaciones del director de orquesta. Estas observaciones no son tan fuertes, como para que los escuche el director y disfrute de ellas o aprenda algo, pero sí son muy audibles para segundos violines y violas, o sea para los grupos no muy respetuosos de la autoridad, convirtiendo al ensayo más aburrido en placentero. Los directores de orquesta generalmente no aprecian los esfuerzos de los trompetistas para hacer amenos a los ensayos, y por esa razón entre él y los ejecutantes de estos instrumentos irritantes existe una tensión constante. Se puede reconocer a los trompetistas generalmente por la falta de sus dientes de adelante....
Más silencios tienen las tubas y los trombones. Estos se alejan con la precisión de un cronómetro. Generalmente paran en los bares cercanos a la ópera y regresan con igual exactitud para hacer sonar sus instrumentos con acordes de fortísimo.
El percusionista se sienta en un podio elevado durante el concierto y atrae toda la atención del público. Es el amigo del director de orquesta, con quién cambia miradas afectuosas durante el concierto. A veces interrumpe el silencio con una intervención inesperada. A las notas de este evento sería imposible encontrarlas en la partitura del compositor.
Los arpistas llaman la atención con la afinación interminable, pues las cuerdas bajan a la entonación original y no concuerdan con el diapasón de la orquesta. Las arpistas, o mejor dicho, las damas del arpa, gozan de prioridad y de privilegio, donde la técnica de la mano y de los pies juega un factor importante, aunque aquí también un paso al costado trae consecuencias funestas. Como en muchas obras no figura el arpa, muchos arpistas tienen paralelamente otro oficio y los músicos creyentes en la teoría de la reencarnación en su próxima vida esperan ser arpistas.
A los contrabajos hay que rendirles homenaje especial. Estos, con ejercicios de gimnasia, intentan producir sonidos musicales con su enorme instrumento. Estos intentan rivalizar con los chelos y hasta se animan tocar solos con supremo esfuerzo. Sus hazañas son parecidas al domador de león, a veces están ubicados sobre un podio, de otro modo no serían visibles, a veces arrancan sonidos finos de eunuco, que contradice con el tamaño del instrumento. Los contrabajistas son irremediables, pues hasta el fin de sus vidas están empeñados en estos esfuerzos supremos y si no lo consiguen, sufren de ataques de cólera.
Artículo de Gyula Bando
Las cuerdas constituyen el grupo de los quejosos, los vientos a los grupos de los descontentos.
Los astros primadonnas’ de las cuerdas son los primeros violines. Estos casi todos se sienten solistas, y detrás de las bambalinas luchan audazmente para conseguir tener un puesto de una silla más adelante en un atril más delantero que su colega e íntimo amigo. Ellos disfrutan de todas las prioridades durante el concierto, por esto estudian sus partes con gran esmero y exactitud y también controlan a sus colegas durante 1a ejecución con precisión y sin la mejor voluntad Si viene un pasaje embromado,el músico de más edad, por consiguiente con una técnica más débil recibe de improviso un ataque de tos y observa con alegría íntima como su colega joven lucha con las dificultades, fracasando muchas veces.. Así el colega de mayor edad mantiene su superioridad sobre el joven.
El solista más solista de todos es el concertino, el rol más ingrato habido y por haber, tiene que tocar sus solos delante de todos sus compañeros críticos. Sus logros son sólo comparables con el rol de un buen torero. Se dan la mano con el director -haruspex ridet haruspicem- comparte todas las alegrías del evento musical, y su compañero es el segundo concertino a quién sólo las leyes severas existentes impiden matar a su colega concertino. Directores menos .
Los segundos violines son los parias de la orquesta. Se trata de gente con molestias gástricas o de hígado, a quienes el cruel destino condenó a observar el éxito de otros y que actúen como ’Lázaros’ en los festines de los ricos. Los segundos violines ya dan señal de su protesta con el hecho de que ocasionalmente muestran la parte trasera del violín al público. Con crítica amarga constatan, que antaño en el conservatorio, antes de la división de los buenos y los malos tocaban el violín y no el segundo violín. Generalmente se vengan de esta injusticia componiendo, tocando o dirigiendo en una orquesta de aficionados. Son ellos en su mayoría los agitadores, que se nutren y toman sus fuerzas de estas orquestas desconocidas. Mas son ellos quienes primero se desilusionan de su profesión, no se dedican a sus instrumentos y después de pertenecer diez años a la orquesta ya apenas pueden tocar el violín. Los directores con experiencia saben esto, y apenas perciben una desafinación no hacen nada al respecto (no hay nada que hacer).
Las violas son conscientes de que su instrumento no pertenece al sector de los elegantes privilegiados, su prestigio es mantenido con un aislamiento de supremacía. No mantienen contacto con los violines segundos y tienen una actitud provocativa hacía el director, confiando que el director no conozca suficientemente la lectura de su clave.
Los rivales más peligrosos de los primeros violines son los chelos, quienes consideran su desempeño lo más importante de la orquesta, por eso sienten cierta superioridad hacía sus colegas, mas ’Nobleza obliga’, se mantienen cordiales con sus semejantes. A pesar de ser conscientes de su importancia muchas veces cometen el pecado de querer actuar como solistas, y en cuanto a su afinación, pocas veces se puede considerar un deleite artístico un solo de ’Tosca’ o ’Guillermo Tell’.
En los vientos, la ejecución y el carácter de los músicos varía según el instrumento. Los flautistas son capaces de llegar a las notas más agudas y veloces, por esta razón se sienten privilegiados. Se ofenden por la menor observación del director, durante los ensayos se cruzan de piernas haciendo indiferencia a las explicaciones del director, señalando de esta manera que lo oído no es interesante y ya hace tiempo conocido por ellos. En sus años juveniles han sido normales, pero después de unos años de soplo constante, a veces sufren de ataques de histeria. Su carácter no es muy confiable, sus objetivos son alcanzados con astucia. Los métodos de construcciones orquestarles nos relatan, que más desafinada que una flauta, sólo pueden ser dos flautas, salvo excepciones.
Los oboístas son gente amarga. Tienen que hacer sonar el instrumento a través de una caña muy delgada. Con el tiempo estas retenciones de aire ocasionan perturbaciones en el músico. Sufren ocasionalmente de ataques de cólera, no tienen muy buena relación con sus colegas. Generalmente mueren de gastritis o arteriosclerosis.
Los clarinetistas en cambio son gente de mucho humor y alegría, de eso son conscientes, mueren en forma natural y por esos viven felices una larga vida. Al director muchas veces irrita la forma de tocar de los clarinetistas, dado que al tocar, la boca del ejecutante parece transformarse en una risa burlona. Por eso el director considera a veces a los músicos como un enemigo oculto y en los clarinetes visualiza esta ironía.
Pero el terror de los directores de orquesta son los fagotistas. Estos rara vez pueden sacar sonidos placenteros de sus instrumentos no muy filigranas y por esa razón sufren de complejos de inferioridad y a veces se manifiestan agresivos. Muchas veces son víctimas del alcoholismo, quizás para contrarrestar el amor no correspondido por parte de la Música.
Marcamos a los cornos con los números designados por los compositores. El primer corno toca la parte más aguda, el cuarto la parte más baja. La relación de 4 a l no obstante es diferente, es en realidad 40 a 1 a favor del primer corno. El primer corno es el instrumento de mayor peligro en toda la orquesta, dado que hasta el público no muy experto en música sabe, que es imposible un concierto sin una falla del corno. Por las fallas los primeros cornos se dividen en dos categorías a saber: los primeros que después de haber cometido una falla sonríen como perdonándose, la segunda que se enoja y dice malas palabras ya antes del error, pues sabe, que lo va a cometer. Este comportamiento los cornos también lo aplican luego en la vida cotidiana en la sociedad. El rival del primer corno es el tercer corno, quién cree firmemente que el primer corno va morir de muerte natural y que heredará su puesto. Pero si por azar tiene que tocar la parte del primer corno, producirá una serie de fallos y de este modo, en forma alternada, sonreirá y maldecirá.
Los trompetistas son los seres más inteligentes de la orquesta. Su inteligencia crece en cada ensayo y concierto. La causa de esto es que tienen mucho más silencios que notas para tocar. Este lapso es utilizado para la lectura del diario, un libro o algún juego. Su superioridad intelectual se manifiesta en las observaciones satíricas contra las indicaciones del director de orquesta. Estas observaciones no son tan fuertes, como para que los escuche el director y disfrute de ellas o aprenda algo, pero sí son muy audibles para segundos violines y violas, o sea para los grupos no muy respetuosos de la autoridad, convirtiendo al ensayo más aburrido en placentero. Los directores de orquesta generalmente no aprecian los esfuerzos de los trompetistas para hacer amenos a los ensayos, y por esa razón entre él y los ejecutantes de estos instrumentos irritantes existe una tensión constante. Se puede reconocer a los trompetistas generalmente por la falta de sus dientes de adelante....
Más silencios tienen las tubas y los trombones. Estos se alejan con la precisión de un cronómetro. Generalmente paran en los bares cercanos a la ópera y regresan con igual exactitud para hacer sonar sus instrumentos con acordes de fortísimo.
El percusionista se sienta en un podio elevado durante el concierto y atrae toda la atención del público. Es el amigo del director de orquesta, con quién cambia miradas afectuosas durante el concierto. A veces interrumpe el silencio con una intervención inesperada. A las notas de este evento sería imposible encontrarlas en la partitura del compositor.
Los arpistas llaman la atención con la afinación interminable, pues las cuerdas bajan a la entonación original y no concuerdan con el diapasón de la orquesta. Las arpistas, o mejor dicho, las damas del arpa, gozan de prioridad y de privilegio, donde la técnica de la mano y de los pies juega un factor importante, aunque aquí también un paso al costado trae consecuencias funestas. Como en muchas obras no figura el arpa, muchos arpistas tienen paralelamente otro oficio y los músicos creyentes en la teoría de la reencarnación en su próxima vida esperan ser arpistas.
A los contrabajos hay que rendirles homenaje especial. Estos, con ejercicios de gimnasia, intentan producir sonidos musicales con su enorme instrumento. Estos intentan rivalizar con los chelos y hasta se animan tocar solos con supremo esfuerzo. Sus hazañas son parecidas al domador de león, a veces están ubicados sobre un podio, de otro modo no serían visibles, a veces arrancan sonidos finos de eunuco, que contradice con el tamaño del instrumento. Los contrabajistas son irremediables, pues hasta el fin de sus vidas están empeñados en estos esfuerzos supremos y si no lo consiguen, sufren de ataques de cólera.
Artículo de Gyula Bando
Etiquetas: Curiosidades Musicales
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